Todos los nombres by José Saramago

Todos los nombres by José Saramago

autor:José Saramago [Saramago, José]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1996-12-31T16:00:00+00:00


Cerca de la madrugada, ya medio curado de espantos, reconfortado por el calor suave del árbol que lo abrazaba, don José entró en el sueño con notable tranquilidad, mientras el mundo a su entorno, lentamente, iba surgiendo de las sombras malévolas de la noche y de las claridades ambiguas de la luna que se despedía. Cuando don José abrió los ojos, el día clareaba. Estaba aterido, el amigable abrazo vegetal no debió de ser más que otro sueño engañoso, a no ser que el árbol, considerando cumplido el deber de hospitalidad a que todos los olivos, por propia naturaleza, están obligados, lo hubiera soltado de sí antes de tiempo y abandonado sin recursos a la frialdad de la finísima neblina que flotaba, a ras de suelo, sobre el cementerio. Don José se levantó con dificultad, sintiendo que le crujían todas las articulaciones del cuerpo, y avanzó torpemente buscando el sol, al mismo tiempo que sacudía los brazos con fuerza para calentarse. Al lado de la sepultura de la mujer desconocida, mordisqueando la hierba húmeda, había una oveja blanca. Alrededor, aquí y allí, otras ovejas pastaban. Y un hombre mayor, con un cayado en la mano, venía hacia don José. Lo acompañaba un perro vulgar, ni grande ni pequeño, que no daba señales de hostilidad, aunque tenía todo el aire de estar esperando una orden del dueño para manifestarse. El hombre paró al otro lado de la tumba con la actitud inquisitiva de quien, sin pedir una explicación, cree que se la deben, y don José dijo, Buenos días, a lo que el otro respondió, Buenos días, Bonita mañana, No está mal, Me dormí, dijo después don José, Ah se durmió, repitió el hombre en tono de duda, Vine aquí para ver la tumba de una persona amiga, me senté a descansar debajo de aquel olivo y me dormí, Pasó aquí la noche, Sí, Es la primera vez que encuentro a alguien a estas horas, cuando traigo las ovejas a pastar, Durante el resto del día, no, preguntó don José, Parecería mal, sería una falta de respeto, las ovejas metiéndose por medio de los entierros o dejando cagarrutas cuando las personas que vienen a recordar a sus seres queridos andan por ahí rezando y llorando, aparte de eso, los guías no quieren que se les incomode cuando están cavando las fosas, por eso no tengo otro remedio que traerles unos quesos alguna que otra vez para que no se quejen al curador, Siendo el Cementerio General, por todos lados, un campo abierto, cualquier persona puede entrar, y quien dice personas, dice bichos, me sorprende no haber visto ni un perro o un gato desde el edificio de la administración hasta aquí, Perros y gatos vagabundos no faltan, Pues yo no encontré ninguno, Anduvo todos esos kilómetros a pie, Sí, Podía haber venido en el autobús de línea, o en taxi, o en su automóvil, si lo tiene, No sabía cuál era la sepultura, por eso tuve que informarme primero en la



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